Hoy me ha pasado una cosa muy graciosa… El otro día después del partido de futbol (excusa que mis amigas y yo utilizamos para comer y ver fotos de tíos buenos en el iPad mientras se oyen gritos por la ventana) nos fuimos al centro a celebrar la victoria, o a encontrar otra excusa para beber cerveza en lata y ver a la gente loca dar saltitos y mear en las esquinas, una que es de pueblo y siempre vuelve a las viejas costumbres de su tierra. El caso es que entre toda la multitud se acerco un muchacho, en condiciones bastante deplorables, con los brazos llenos de números de teléfono y pidiendo un boli. Debió pasar unas 10 veces, la falta de memoria tras la ingesta de unas mil birras es una actitud bastante común entre los futboleros. A la enésima vez, y viendo que estaba mas perdido que Falete en un herbolario, amablemente le invite a llamar desde mi teléfono. Hoy este chico me ha escrito al wassap, supongo que preguntándole al amigo que encontró el número que le había llamado, muchas molestias para no ver tres en un burro y no recordar si era rubia, azul o verde…

El caso es que todo esto me lleva a una pregunta ¿Quizá con los años nos volvemos más o menos inconformistas en las relaciones? Me refiero a que siempre pensamos que cuando tenemos pareja ésta es la mejor o lo mejor que vamos a encontrar, excepto una tía lejana de mi padre que terminó solterona porque parecía ser que nadie era suficiente para ella. Se supone que el amor está en todas partes, incluso entre los desperdicios ebrios trasnochadores, si es así ¿Por qué ese miedo a despegarnos de las personas?

Lucía Fernández Alonso